En Madrid, el PP també està "innovant" amb la gestió de la
Sanitat Pública.
Juan Fco. Martín Seco reflexiona sobre les preteses millores que
els governants de la dreta pregonen. (Rafa Muñoz 21-12-2006)
Hospitales privados
Juan Francisco Martín Seco
Estrella Digital. España, diciembre del 2006.
Lo menos que se les puede exigir a los
gobernantes es que no nos tomen por tontos. El señor Lamela* nos
quiere convencer de que sus hospitales de concesión privada son
más económicos y mejores que los públicos, lo cual resulta
bastante improbable, aunque sea simplemente porque algún
beneficio tendrán las empresas concesionarias y porque las
condiciones con las que éstas obtienen la financiación son,
lógicamente, bastante peores que las que pueda conseguir el
Estado.
El señor Lamela, al igual que Gallardón un
poco antes, ha descubierto el Mediterráneo. Gallardón creyó que
podía hacer infraestructuras sin incrementar el déficit, e
inventó -o copió, que para el caso es igual- el peaje en la
sombra para las autopistas. Lamela y Esperanza Aguirre quieren
construir hospitales y al mismo tiempo vocear que cumplen la ley
de estabilidad presupuestaria, y para ello importan de Gran
Bretaña para los nuevas instalaciones hospitalarias el llamado
"sistema de financiación privada" (PFI en sus siglas en inglés),
una mezcla de gestión privada y pública. Se otorgan concesiones
a empresas privadas, en general constructoras, que se encargan
de construir, financiar y mantener los hospitales, mientras que
la Comunidad aporta el personal sanitario y paga una cuota
durante treinta años a la empresa concesionaria.
Ambos procedimientos son fruto tan sólo de la
picaresca generada tras el pacto de estabilidad, mediante los
cuales las distintas administraciones públicas de los diferentes
países intentan eludir la obligación de mantener el déficit en
una determinada cifra. Con ello lo único que se consigue es
demostrar que, si bien todos hablan de la estabilidad
presupuestaria, ninguno cree verdaderamente en ella, porque les
importan muy poco los efectos, perniciosos o no, del déficit
público. Tienen de él únicamente una concepción taumatúrgica o
formal; poseídos de un cierto nominalismo, se agarran a la
definición -fruto de una mera convención- y se olvidan de la
realidad a la que teóricamente representan.
Diga lo que diga Bruselas (a la hora de
definir la necesidad o capacidad de financiación del sector
público), el efecto sobre la economía de construir hospitales es
exactamente el mismo, bien se haga por el sistema clásico
mediante la emisión de deuda pública o bien a través del PFI. No
me refiero ahora a si sale o no más económico, sino a ese efecto
perverso que, según afirman los partidarios de la estabilidad
presupuestaria, tiene todo déficit público.
Construya quien construya los nuevos
hospitales, serán o no serán inflacionarios de la misma forma y
van a detraer del sistema los mismos recursos que, como es
natural, no podrán emplearse en otras finalidades. Será bueno o
malo según la tabla de valores y el ideario político que se
profese: mantequilla o cañones. En ambos casos, será el Estado
el que asuma su coste. En el primer supuesto, mediante las
amortizaciones anuales que cancelarán el endeudamiento; y en el
segundo, mediante las cuotas, también anuales, que habrá de
pagar a las concesionarias en las que se incluirán, amén de sus
beneficios, las amortizaciones de los préstamos que hayan
solicitado éstas al sistema financiero.
Pero la construcción de los hospitales por el
sistema PFI puede tener otra finalidad, y es el lucro de las
empresas privadas, cuya contrapartida será un mayor coste para
el sector público. Al menos, tal como se ha apuntado con
anterioridad, porque la financiación será más cara y algo,
mucho, tendrán que ganar las concesionarias. La iniciativa
privada ha descubierto el chollo que representa la mezcla de lo
público y lo privado: el riesgo se haya ausente y la
rentabilidad suele ser muy elevada.
La pretensión de que la iniciativa privada es
más eficaz carece de toda lógica. Esa teórica eficacia se
traduce exclusivamente en mayores beneficios que suelen
repercutir en la calidad del servicio, lo que se hace
tremendamente peligroso en un sector como el sanitario. La
experiencia de Gran Bretaña es ilustrativa al efecto. La sanidad
pública británica (NHS) fue la envidia de toda Europa; la
reforma de Thatcher y las posteriores, adoptando la gestión
privada de los hospitales o sistemas de administración como el
PFI, la han sumido en un estado lamentable.
Resulta extremadamente curioso que los que
-al parecer- suponen retrasos y despilfarro en la construcción
de hospitales mediante el sistema clásico, estimando, por tanto,
que la Administración no es capaz de controlar a las
constructoras para exigirles el cumplimiento estricto del
contrato, sí crean que se va a poder controlar a las
concesionarias en el cumplimiento de un contrato mucho más
complejo como el del PFI y durante un periodo de 30 años. El
sector público va a quedar hipotecado no sólo económicamente
(que también y en mayor medida que si acudiera a la deuda
pública), sino en la administración a los ciudadanos de un
servicio esencial como es el de la Sanidad.
*Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid
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