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Historia del centre comercial ER

Historia del centre comercial EROSKI

Capitulo 2 EROSKI EN CARCAIXENT

ÍNDICE 

 

CON CLASICA EN EL DESIERTO (3)

Pascual Vernich

La  incorporación de Clasica Urbana S.L. del Grupo Suñer al proyecto de Carcaixent se produjo de forma similar a los intentos anteriores. Eran clientes de mi despacho y  habíamos empezado a trabajar, entre otros asuntos, el desarrollo del suelo urbanizable situado al norte de la ciudad. Cómo muchos promotores en aquella época,  no querían perder el tren de la década prodigiosa plagada de continuos desarrollos de suelo por todas partes y, en ese contexto, el Sector 1 urbanizable Boticari Bodí prometía responder bien como zona residencial.

 

Se trataba de una empresa de acreditada solvencia tanto en lo económico cómo en capacidad técnica por lo que, estando ya sobre el terreno, se convertía en la opción ideal para nosotros y atraía hacia Carcaixent al grupo financiero  más emblemático de Alzira. Lógicamente la propuesta de participar como operador urbanístico para el centro comercial Eroski les interesó inmediatamente, porque además el centro absorbía gran parte de la edificabilidad minimizando el riesgo de la parte residencial.

Con estos antecedentes se firmó el contrato Clasica-Eroski a finales de Octubre y el Proyecto de Actuación Integrada lo tuvimos preparado y presentado un mes después, el 29 de Noviembre de 2001. A pesar de las dificultades estábamos contentos y esperanzados en que un proyecto tan importante sería recibido en Carcaixent con los brazos abiertos, no sólo por el Ayuntamiento sino también por los particulares. Como muestra de ello mi amigo Paco Campos, miembro de la empresa y emparentado con los Suñer, que había estudiado bachillerato en los franciscanos conmigo y conocía el estancamiento del pueblo, bromeó eufórico “Cuando inauguremos el centro comercial seguro que te dedican una calle en Carcaixent”  Yo le contesté completamente convencido de lo que nos esperaba “¡Joder Paco! Con el tiempo que llevas aquí y no conoces  este pueblo”. Pronto tuvo que darme la razón.

Durante esos días la prensa comarcal que había estado apoyando lo de Alzira, publicó a toda página versiones muy sesgadas sobre las pretensiones de Clasica en el proyecto de Carcaixent, a lo que se añadían colaboraciones técnicas supuestamente irregulares. Sin lugar a dudas, estas informaciones fueron filtradas por  ciertas personas de la oposición local y malinterpretadas por la prensa. Aparte de presentar nuestras quejas a la dirección de los medios implicados, no quisimos entrar en la polémica estéril de estos  infundios interesados, que no favorecían en nada el proyecto,  para centrarnos en nuestro trabajo  que no era poco. Necesitábamos adquirir terrenos a toda costa. Mientras tanto el tiempo y los especuladores jugaban en nuestra contra.

La operación de adquisición de terrenos por parte de Clasica Urbana corría a cargo de Paco Campos, quien debería comprar una cantidad de metros cuadrados que doblaran aproximadamente la superficie de la parcela comercial cuyo precio final estaba contratado. Habida cuenta del reglamento de reparcelación, el solar final debería ser coincidente en su mayor parte con el suelo inicial y se destinaría más o menos la mitad a cesiones obligatorias. Para empezar no teníamos  otra opción más que rezar para que las pretensiones de la propiedad se movieran en un entorno razonable o simplemente factible.

Una vez firmado el convenio la alcaldía, de acuerdo con nosotros,  organizó una reunión con los propietarios afectados en el salón de actos de la antigua CNS, ahora Cámara Local Agraria, con el objeto de que les explicásemos conjuntamente y de primera mano la inversión prevista y la oportunidad que el proyecto significaba para el pueblo y para sus propios intereses. La  reunión pretendía informar exhaustivamente a los propietarios para crear confianza y facilitar las cosas, garantizando un justo precio de los terrenos. Sin embargo y debido a la fuerte disconformidad de un par de concejales, antiguos socios políticos y cabecillas de grupo, nos dejaron solos en el último momento sin ningún respaldo municipal, lo que aumentó la mala predisposición que habían desatado con la campaña de prensa. Estos ediles habían manifestado a la alcaldía su total oposición a que los de Clasica, con mi ayuda profesional, fuesen los gestores del suelo, esperando mangonear ellos mismos el asunto. Era una jugada imprudente que podía acabar con todo el proyecto, puesto que el contrato del centro comercial estaba firmado con Clásica  y los representantes de la empresa vasca estaban ya hartos de tanta maniobra. Sólo nos faltaba que los de Carcaixent superasen en problemas a los de Alzira, cuando  les había venido la inversión de rebote.

El precio agrícola del suelo bruto para huertos en plena producción, se valoraba en el mercado alrededor del millón de pesetas y a pesar de que ofertábamos al alza una cantidad cinco veces superior, casas e instalaciones aparte, no se pudo hacer ni una sola operación. Se habían visitado a varios propietarios de la zona sin ningún éxito y finalmente se nos informó que iban a constituir en breve la Agrupación de Interés Urbanístico del sector con la intención de competir con nosotros para la obtención de la condición de urbanizador en las condiciones preferentes contempladas en la ley. Entre todos tenían el acuerdo de no vender hasta más adelante, lo que presagiaba un intento especulativo de grueso calibre. Con ello todas las posibles expectativas de compra de terrenos por parte de Clasica para asegurar la operación se habían venido abajo y el problema se complicaba con más incógnitas que ecuaciones.

Habíamos apostado por un gran centro comercial en Carcaixent cuando nadie lo imaginaba, iban a ganar mucho dinero los propietarios de la zona sin haber hecho el más mínimo esfuerzo, veníamos de un largo periplo desde Alzira desahuciados y cansados, nos acompañaba la empresa insignia de la capital de la comarca que invertiría por primera vez en casa de sus vecinos y, cuando creíamos estar en la tierra prometida, nos encontramos abandonados con armas y pertrechos en medio  del desierto. 

Como dijo Romanones decepcionado de los suyos: ¡Menuda tropa!

Pasqual Vernich

 

 

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