Las reuniones eran una
liturgia necesaria, adornada con los
exabruptos de algunos pocos y vaguedades de
todos sobre el mejor emplazamiento, pero
todos sabían que no se podía perder esta
oportunidad única. Cierto es que, a pesar de
las primeras declaraciones impertinentes del
amigo Conejero, su actuación en el salón de
actos fue razonable y comedida, no como
otros, y tuvo la valentía de excusarse
tardíamente por estos y otros excesos hacia
mi persona, lo cual le honra. El Bloc actuó
con prevención y desconfianza hacia la
propuesta, aunque con prudencia. Mención
aparte merece la actuación de Victoria y
Navarro, quienes marcaron su territorio para
anunciar que la mayoría del Plenario
municipal pasaba por un acuerdo con sus
grupos. Pero, por suerte para nosotros, sólo
con uno de ellos lo que facilitaba las
cosas.
Aún siendo importantes las
diferencias de expectativas de esta
corporación con la de Alzira, el mayor
contraste se producía por la propiedad de
los terrenos a urbanizar. Mientras que en
las dos opciones vecinas, Vilella y Huerto
de Redal, teníamos la propiedad de los
terrenos en contrato de cosa futura, en
Carcaixent no teníamos comprometido ni un
sólo centímetro de terreno cuando firmamos
el convenio con el Ayuntamiento. Sólo
teníamos una idea clara, debería ubicarse en
el norte de la ciudad y en el extremo de la
futura Avenida de la Ribera, enlace entre
Alzira y Carcaixent todavía sin ejecutar.
Dado que la gestación del
frustrado convenio con Alzira había
consumido tres largos años sin éxito, la
prioridad fue firmar un convenio de
colaboración con el Ayuntamiento. Pero
aunque la voluntad del gobierno de Lola
Botella era mucha, el desconocimiento de la
situación y la desconfianza inicial,
llevaron a cometer algunos importantes
errores que estuvieron a punto de hacer
fracasar la operación.
Teníamos que operar a través
de un agente urbanizador que a su vez
estuviera comprometido previamente con la
futura venta de los terrenos al centro
comercial. Si esto no era así, todo lo
actuado no serviría para nada pues corría el
peligro de perderse en una especulación sin
límites razonables. Nuestro candidato a
urbanizador era la empresa CLASICA URBANA
S.L. del Grupo Suñer, con la que habíamos
iniciado el camino en Carcaixent, pero
pronto se vio desplazada por la Agrupación
de Interés Urbanístico, de tal forma que
unos tenían el contrato con Eroski y los
otros la gestión del suelo y la propiedad de
los terrenos. Dos intereses difíciles de
armonizar.
Los propietarios deberían
comprender que sin el centro comercial sus
terrenos no tenían mucho futuro y por otra
parte, Eroski sabía que sin tener la
seguridad de los terrenos no podía hacer
nada. El Ayuntamiento sólo podía actuar de
árbitro de la situación y tratar de
aproximar posturas. A partir de entonces
esto se convirtió en un verdadero encaje de
bolillos.
Teníamos ante nosotros el famoso problema de
la cuadratura del círculo.
Pasqual Vernich |